Nuria Rita Sebastián
Cuando yo era pequeña, y de eso no hace tanto —estoy hablando de hace solo unos 30 años— en Reznos había farmacia. Yo iba mucho a Reznos no por la farmacia, sino porque era el pueblo de mi abuela y aunque ella vivía en Ciria (de donde era mi abuelo) sus hermanas y hermano vivían en Reznos todo el año y teníamos mucha relación con ellos. Para mí es como mi segundo pueblo, al igual que para mi madre, que además se había criado en parte con sus tíos allí, cuando mi abuela estaba delicada de salud.
El caso es que en Reznos, aún siendo más pequeño que Ciria, para mí todo era nuevo y por descubrir. Desde la casa ya deshabitada de mi bisabuela hasta aquella farmacia que dejaba ver la importancia que mantenía todavía el pueblo con respecto a los pueblos de alrededor, de los que tiempo atrás había sido una especie de centro donde se concentraban los diferentes servicios. En 1905 había: barbería, carnicería, estanco, farmacia, herrería, médico y veterinario.
En 1910 Reznos había prosperado aún más y se añadían estos servicios: parador, tienda de comestibles, practicante, zapatería y sastrería. Además, aquí aparece mi tatarabuelo Bruno como maestro albañil.
Y en 1932 vemos que, además de los servicios anteriores, había un café y un autobús diario a Soria capital, a las 14.00, que costaba 6 ptas.
Pero como todos los pueblos de la zona, Reznos se fue despoblando poco a poco y a pesar de que yo llegué a conocer la farmacia abierta, era ya una diferente y más pequeña que la que había conocido mi madre en su día, la farmacia de don Julio.
El 11 de septiembre de 2017 desapareció una calle entera en Reznos y con ella, el edificio de la farmacia de don Julio. No era la primera calle en borrarse del mapa. Al igual que otra que daba a la zona el pueblo colgada en un risco, el ayuntamiento se vio obligado a demolerla por peligro de derrumbe.
Era una de las calles importantes del pueblo, comenzaba en la plaza y bajaba hasta el molino. Esta puerta pertenecía a la farmacia de Don Julio. Hace solo 60 años estaba llena de actividad.
Mi madre cuenta que primero entrabas a un pórtico y luego ya a la farmacia, que estaba llena de «botes como jarrones chinos». Era tradición que los niños/as fueran en reyes a pedir el aguinaldo a los funcionarios y también a la farmacia: una naranja, unos higos… Al farmacéutico siempre había que tratarle de «don», si no, te mandaba salir y volver a entrar. Hoy solo queda esto.
Pero yo no venía aquí a hablar de lo que ya no existe, sino de las personas que hoy luchan en Reznos por recuperar tanto la memoria de su pueblo como el futuro del lugar.
Esta Ruta del Tiempo es un gran ejemplo de su voluntad por reivindicar los paisajes de esta zona, empezando por el punto más alto del pueblo, la torre de la iglesia (impresionante construcción de ladrillo con influencia del estilo mudéjar aragonés de la zona) con su reloj mecánico, hasta la zona más baja a través de la ruta de relojes solares.
Me siento muy orgullosa de mis raíces de Ciria y muy orgullosa también de mis raíces de Reznos. Desde aquí quiero animaros a quienes leáis esto a colaborar en esta campaña y a sentir también orgullo de poner vuestro granito de arena en ayudarnos no solo a no desaparecer, sino a algo mucho más ambicioso, que es crecer junto a vuestra compañía. Os esperamos.