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LA ZONA DE REZNOS ANTES DE LOS ROMANOS
Vicente Alexandre Alcalde

En el extremo oriental de la meseta soriana, al amparo de varias sierras calizas, entre las que descuellan las de Miñana y La Vigornia, se extiende una pequeña comarca enmarcada entre los cursos de los ríos Henar y Manubles, ambos afluentes del Jalón, por la que discurren también los cauces del Carabán, afluente de este último, y del Monegrillo, y caracterizada por servir de tránsito entre el altiplano soriano y el fondo de los valles que desaguan hacia el Ebro, conexión que queda establecida a través de varias vías naturales, coincidentes en general, con los cursos fluviales. Desde la más remota Antigüedad, los primeros grupos humanos que habitaron estos territorios aprovecharon estas rutas naturales, tanto en sus desplazamientos como en sus asentamientos, primero temporales y más adelante estables.

La primera presencia humana en este territorio se localiza, precisamente, en uno de estos valles que hemos marcado como límite de nuestro acotado territorio, y no es otro que el del río Henar. Aquí, en término de Deza, al amparo de unos abrigos rocosos y junto a unos abundantes manantiales de aguas semitermales, se ha localizado una importante industria lítica, elaborada en sílex, perteneciente al Paleolítico Superior. Los análisis de carbono-14 han aportado fechas de hace 14.000 años. En el mismo valle, cerca ya de su confluencia con el Jalón, en término de Cetina, otro yacimiento, algo más moderno, ha proporcionado una industria lítica más elaborada datada en 10.500 años BP (antes de la actualidad). En ambos casos se trataría de grupos que vivían de la caza y de la recolección de frutos silvestres.
En periodos posteriores (Neolítico y Calcolítico), la comarca siguió habitada aunque los yacimientos conocidos no son muy numerosos. Característicos del Calcolítico son los denominados “talleres de sílex al aire libre”, yacimientos con presencia de industria lítica y ausencia de cerámica. Entre ellos se encuentran los de Valdecatalán, en Deza; Las Cañadas, en Torrelapaja; y Barranco del Aguadero, en Malanquilla.

No obstante, será en la Edad del Bronce cuando se produzca una ocupación más sistemática del territorio dando origen a los primeros asentamientos permanentes. Estos pequeños grupos se establecieron, generalmente, sobre cerros o espolones elevados que ofrecen ciertas características defensivas naturales y desde los que se domina la llanura aluvial que es objeto de aprovechamiento agrícola y ganadero. Aparecen en la comarca las primeras cerámicas, frecuentemente bruñidas y con algún elemento decorativo, tales como cordones y bordes digitados. Representativas de la industria lítica de este periodo son las láminas trapezoidales y las puntas de flecha, estas últimas de una delicada factura. La nómina de yacimientos aumenta respecto a periodos anteriores, entre los que cabe destacar los de Cerro Gordo, en Miñana, Los Romerales, en Deza, Alto del Cuerno, en La Alameda, y Covarrubias, en Ciria, este último localizado en una cueva que se abre a un barranco que fluye hacia el Manubles. Hay también otros yacimientos de menor entidad como los localizados en Peñalcázar, La Quiñonería, Reznos o Torrelapaja.

En Peñalcázar se localizan varios yacimientos, el más antiguo en la Edad del Bronce.

Durante el Hierro I (ss. VII-V a.e.) adquieren mayor notoriedad las características defensivas y visuales de los asentamientos, de modo que se aprovechan relieves escarpados, ya sean espolones o cerros aislados, provistos de defensas naturales en algunos de sus flancos que les confieren cierta inexpugnabilidad, presentando defensas artificiales en los puntos más accesibles, consistentes, principalmente, en murallas y fosos. Estos poblados fortificados se conocen en la literatura científica con la denominación de castros. Las excelentes condiciones defensivas de estos poblamientos propiciarán que algunos de ellos sean ocupados durante la Alta Edad Media. Los yacimientos de la comarca pertenecientes a este periodo son abundantes. En el valle del Henar se localizan los de Castilrubio, en Miñana; Los Castillejos, en Deza; y El Castillo, en Cihuela. En el curso alto del Monegrillo se encuentra el castro de El Castillejo, en Torrijo de la Cañada. En Carabantes se encuentra el castro de El Collarizo, a orillas del río Carabán, en el que se adivinan los restos de una torre defensiva.

Castro de la Edat del Hierro, en Carabantes.

En la cabecera de este mismo río se encuentra el yacimiento de La Torrecilla, en Reznos. En el valle del Manubles se conocen también varios yacimientos adscritos a este periodo: Peña Roja, en Ciria; Los Poyates, en Berdejo, asentamiento en espolón que dispone de un profundo foso excavado en la dura roca caliza en su parte más accesible; y La Torrecilla, en Bijuesca. Es característica común a todos ellos la presencia de cerámica elaborada a mano. Algunos de estos yacimientos presentan continuidad durante la etapa celtibérica, como demuestra la presencia de cerámica a torno, e, incluso, en época romana.

Piedras de molino romano encontradas en " La Peñalara", en Reznos

A partir del siglo IV a.e. comienza a fraguarse la cultura celtibérica plena. Algunos castros se despueblan mientras que surgen otros asentamientos nuevos, ahora más numerosos y de mayor tamaño, algunos provistos de fuertes murallas, otros, en cambio, ubicados en zonas llanas sin ningún atisbo de defensas. Con el paso del tiempo surgirán en la Celtiberia las primeras ciudades. Algunos poblamientos perdurarán hasta la llegada de los romanos, asimilando su cultura. Comienza a generalizarse la cerámica a torno, predominando en su decoración las líneas horizontales y los círculos concéntricos. La agricultura y la ganadería son las principales bases de la economía celtibérica, no obstante, en algunos poblados tiene cierta importancia la metalurgia, como en la zona del Moncayo. Resulta complicado adscribir esta zona a una de las etnias conocidas de los celtíberos, pues mientras que los arévacos estaban establecidos en el valle del Duero, los belos ocupaban la zona del Jalón, estaríamos, por tanto, en un área fronteriza entre ambas etnias, sin embargo, una reciente hipótesis encuadra los valles de la margen izquierda del Jalón en territorio de los titos. Entre sus ciudades cabe citar a Aratis (ceca Aratikos), localizada en Aranda de Moncayo, y Titia (ceca Titiakos), de ubicación, por el momento, desconocida. Los asentamientos más importantes serían los de El Mencal, en Mazaterón, en llano, y El Cabezuelo, en Deza, ambos en el valle del Henar. En este mismo valle se encuentra el de Los Bancalones, en Almazul.

En el promontorio donde se asienta actualmente Reznos, también se localiza un asentamiento celtibérico, dependiente de Peñalcázar.

En la zona del Carabán el asentamiento centralizador es el ubicado en el despoblado de Peñalcázar, poblamiento celtíbero que hunde sus raíces en la etapa anterior y que perdurará en época romana. Satélites de este último serían los yacimientos de El Castillo, en Sauquillo, y el existente en Reznos bajo el caserío actual y que continuará a los pies del cerro en época romana. En el área del Manubles se localiza el gran asentamiento de Los Aguilares, entre los términos de Berdejo y Bijuesca, en cuyo extremo septentrional se localiza un fortín levantado con sillarejos de grandes dimensiones y provisto de foso. En la zona de influencia de éste se encuentran los yacimientos de la Casa de los Moros, en Malanquilla: El Palacio, en Torrelapaja; Ituero, en Berdejo, en el flanco oriental del Estrecho del Manubles; y Santa Juliana, en Bijuesca, estos tres últimos situados en el valle del Manubles.

En Sauquillo se localiza el yacimiento celtibérico "El Castillo".