Nuestros mayores son auténticas bibliotecas abiertas. Avelino Hernández, escritor y narrador de la vida rural, siempre llevaba en el bolsillo de su camisa una pequeña libreta. Y como buen alumno, entusiasmado por lo que escuchaba a las "personas ilustres" con las que le gustaba conversar, tomaba apuntes. ¡Andrés !, me decía, ¡no debemos dejar que la sabiduría de los mayores desaparezca con ellos! . En cada rincón de cada pueblo encontraba a Ilustres Catedráticos , como él les llamaba. En nuestros pueblos ya quedan pocos Catedráticos y Doctores, pero cojamos la libreta o la grabadora, preguntémosles y registremos todo, porque es mucho lo que llevan en su mochila del tiempo.
Hemos tenido que recurrir a los pocos que recuerdan que un día, en la torre de Reznos, hubo un reloj que con sus toques de campana marcaba las rutinas y la vida del pueblo. Carmen y Amparo nos cuentan cómo los toques de la campana del reloj de la torre, les iba marcando los tiempos en los quehaceres diarios.